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Comités de Comunidades SIU: donde nace la energía del cambio
Hay espacios que transforman. No por su tamaño ni por su estructura formal, sino por lo que sucede dentro de ellos. Los Comités de Comunidades del SIU son uno de esos espacios. En cada encuentro, cada intercambio y cada decisión se refleja algo más profundo: una manera colectiva de construir el presente y proyectar el futuro de la gestión universitaria.
Desde sus inicios, el SIU ha acompañado la mejora y la innovación de los procesos administrativos en las universidades públicas argentinas, desarrollando soluciones en estrecha relación con las instituciones que integran el sistema.
Esa relación horizontal, basada en la escucha, la colaboración y la construcción colectiva, es lo que le da identidad. El SIU no impone soluciones: construye herramientas junto a quienes las usan. Y en ese proceso, los comités son el corazón.
Son puntos de encuentro en los que las comunidades técnicas y funcionales se reúnen periódicamente —de manera presencial, virtual o híbrida— para compartir experiencias, debatir ideas, proponer mejoras, tomar decisiones y apropiarse colectivamente de las soluciones. Porque el SIU es del sistema universitario. Y esa pertenencia no es un lema, sino una práctica viva que se refleja en cada comité.
En estos espacios se comprende lo que pasa en cada institución, se identifican desafíos comunes, se celebran avances y se aprende del recorrido de otros. Se teje así una forma de gestión construida desde el diálogo, la inteligencia colectiva y la cooperación. Cada experiencia compartida enriquece al conjunto. Cada propuesta debatida en comunidad fortalece el rumbo del SIU.
Los comités no sólo son espacios donde se generan ideas: también son laboratorios de prueba, usinas de innovación, lugares donde las soluciones se co-crean, se adaptan y se validan. Allí la tecnología cobra sentido en función de las necesidades reales de quienes la usan. Las propuestas que surgen en estos espacios nacen desde el inicio con una mirada colectiva, pensadas para aportar al conjunto del sistema universitario nacional, aunque luego puedan adaptarse a las realidades particulares de cada institución.
Compartir experiencias se convierte, entonces, en una práctica transformadora. Cada universidad enfrenta desafíos únicos, pero en muchas ocasiones encuentra inspiración o soluciones en experiencias compartidas por otras instituciones dentro de la comunidad SIU. Esa red de aprendizaje mutuo y de buenas prácticas fortalece no solo a las instituciones individualmente, sino al sistema en su conjunto.
Lo que emerge de estos encuentros es comunidad. Una comunidad activa, diversa y federal, que encuentra en los comités un espacio de participación, innovación y mejora continua. En esta red, el SIU es un nodo más: acompaña, articula, potencia. Pero no centraliza ni dirige. Porque lo que da fuerza al modelo es, justamente, su carácter distribuido y colaborativo.
Los aportes que surgen en los comités no quedan circunscriptos a esos encuentros: alimentan y enriquecen otros espacios clave de construcción colectiva, como el Taller Anual SIU. Lo trabajado a lo largo del año en cada comunidad constituye un punto de partida fundamental para las reflexiones, debates y decisiones que se desarrollan en el taller. El Taller Anual es una instancia integradora, donde se sintetizan aprendizajes, se validan líneas estratégicas y se proyectan acciones futuras. Es el momento en que las voces de las comunidades se hacen visibles a gran escala y permiten orientar, con sentido colectivo, el rumbo del sistema.
En tiempos complejos, estos espacios cobran un valor aún más profundo. Son lugares donde se combina el saber técnico con el compromiso institucional, donde se piensa estratégicamente y se actúa colectivamente. Donde se confirma, una y otra vez, que el cambio no viene de afuera ni de arriba: se construye desde adentro, con participación, pertenencia y comunidad.
Cada comité encarna el espíritu colaborativo que da vida al SIU: una red activa que piensa en conjunto, impulsa propuestas y transforma la gestión. Su verdadero motor es la energía que se genera cuando las personas se encuentran para convertir lo común en una oportunidad de mejora compartida.